Roberto se colgó el bolso de piel en bandolera, cogió el violín por el asa del estuche, miró a su familia y dijo:
--Os telefonearé en cuanto llegue. Adiós.
Se dio la vuelta y se dirigió hacia el control de la Guardia Civil. Pero en ese instante, una voz a sus espaldas lo detuvo en seco.
--¡Eh, violinista!
Roberto se volvió despacio. Dudaba que alguien le hubiese llamado así en realidad y más bien se inclinaba a pensar que se trataba de una mala pasada que le jugaba su propia mente, obsesionada con el recuerdo de Luna.
Pero allí estaban los tres, muy cerca de su sorprendida familia. Se acercó a ellos muy despacio.
--¿Querías marcharte sin despedirte de nosotros?
Sebi le tendió la mano y él se la estrechó. Durante unos segundos permanecieron inmóviles, mirándose, apretándose las manos con fuerza.
--Vaya sorpresa -reaccionó al fin Roberto.
--Yo quería decirte una cosa antes de que cruces el charco -Continuó Sebi.
--Pues dímela.
--Gracias vionilista. Eres un tío legal.
Mocolindo les cogió las manos y se las separó sin muchas contemplaciones.
--Ya está bien de hacer manitas -dijo, y luego él mismo estrechó la mano de Roberto-. Ahora me toca a mí.
--¿Tú también querías decirme algo, Mocolindo?
--Por supuesto. Lo que quiero decirte es que, cuando seas famoso y rico, si necesitas un conductor...ya sabes a quién tienes que recurrir -y Mocolindo le guiñó un ojo con complicidad.
Por último, Roberto se volvió a Luna, que estaba más espectacular que nunca, con una escotadísima y ajustada camiseta negra que resaltaba sus senos al máximo, una minifalda del mismo color que le tapaba sólo lo imprescindible y unas botas de cuero altas llenas de hebillas relucientes. Sus labios parecían el cráter de un volcán incandescente y sus ojos, más radiantes que nunca, se habían agrandado dentro de su rostro.
Roberto dejó el bolso y el violín en el suelo y con las dos manos le acarició el rostro.
--¿Y tú? -Le preguntó.
--Yo sólo quería darte un beso de despedida.
--¿Con lengua? -Sonrió Roberto.
--Por supuesto.
Y se besaron.
--Vete ya -le dijo Luna tras el beso-. Vas a perder el avión.
--Volveré- le dijo Roberto.
Luna le sonrió, y no eran sólo sus labios los que sonreían, era ella, toda entera, la que estaba sonriendo.
--Ya sabes dónde encontrarme.
Después, pasó por fin el control de los pasaportes y se internó por el pasillo que debía conducirlo hasta la puerta de embarque. No quiso volver la cabeza porque sabía que si lo hacía de nuevo, no podría contener las lágrimas.
Luna, Sebi y Mocolindo se dirigieron hacía la terminal de vuelos internacionales:
--¿No me digas que vas a hacer un grafito aquí? -Se sorprendió Mocolindo.
--Cuidado, Luna -le advirtió Sebi-. Seguro que hay vigilantes.
Pero Luna no hizo caso de las advertencias. Con el aerosol en la mano avanzó hacía la fachada. Le hubiese gustado pintar directamente sobre las puertas de cristal, pero resultaba imposible porque al acercarse a ellas se abrían automáticamente. Por eso, buscó un trozo de pared, y allí comenzó a trazar grandes letras para que pudiesen verse bien. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis letras...Aún le faltaban unas cuantas. Diez, once, doce, trece...
--¡Cuidado, Luna! -gritó de pronto Sebi desde el coche-. ¡Te han visto!
Luna giró la cabeza y divisó a un vigilante que se acercaba deprisa hacia ella. Pero no podía dejar su mensaje a medias. Por eso, continuó como si nada.
Dieciséis, diecisiete y dieciocho letras. ¡Ya está!
El vigilante estaba muy cerca. Luna echó a correr hacia el coche de Mocolindo. Sebi le mantenía la puerta abierta y, por eso, prácticamente, se lanzó al interior.
En ese instante Mocolindo aceleró al máximo y el peugeot soltó una apestosa nube de humo por el tubo de escape antes de partir a la mayor velocidad que le permitía su estado, la suficiente para dejar atrás al vigilante.
Luna se puso de rodillas sobre el asiento y miró por el cristal trasero. Las dieciocho letras que había escrito en la pared se leían perfectamente. Ella misma las leyó:
TE QUIERO, VIOLINISTA.
--Fragmento del libro ``Sin máscara´´ de Alfredo Gómez Cerdá.
``Sin máscara´´ narra una historia de amor amenazada por la hipocresía y la doble moral.
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